8:06 a. m.
La reducidísima audiencia, esos raros marginados del poco exigente casting, se dispone a presenciar el show. Los comentarios han sido excelentes, la taquilla, fabulosa; de allí que tantos quisieran interpretar la dichosa obra. Aunque no muy atraído, el selecto grupo espera cómodamente por el inicio del espectáculo.
Primer acto:
El telón se abre, tras un largo y fastidioso retraso que disgusta al público.
Se ve en escena a un niño de unos 5 o 6 años, caprichoso él, junto a sus padres, consentidores. Éstos permanecen sólo unos pocos minutos sobre el escenario, y son luego reemplazados por una simple fotografía de unas vacaciones familiares apenas recordadas. La ausencia a raíz del trabajo y la ‘distensión’. Los engaños. Y más ausencia.
De golpe y sin aviso, se cierra el telón unos pocos minutos. Se oye un grito desgarrador, un sonido a cristal roto y vuelve a abrirse. Vemos al mismo niño, ahora adolescente; sus dedos sangrando sostienen la foto familiar con su vidrio rajado verticalmente a la mitad. Mitad que abre al niñito literalmente en 2 partes.
Se ilumina otro sector de la puesta en escena. En dos ambientes independientes, se dejan ver una madre rejuvenecida y un padre alcohólico y mujeriego, ambos abocados a la misma actividad: repasan un diccionario, más precisamente la letra ‘R’. Se los nota incrédulos. Dos voces en off anuncian su lectura al paso:
Respaldar. Respecto. Respe. VERGÜENZA. Réspice. Respigar. Respingar. Respiración. Respirar. Resplandor. Responder. VERGÜENZA. Responso. Respuesta.
Giran las hojas, en busca del término repetido. Lo encuentran:
VERGÜENZA: f. Dícese de lo que ya no tienen. Ant.: Dignidad.
Buscan ahora este segundo término.. pero no consiguen encontrarlo en sus diccionarios.
Los consentimientos, por su parte, continúan, ahora provenientes de dos frentes. El adolescente ríe y llora, constantemente, ciclotímico, bipolar. Entretanto, su ruidosa curiosidad despierta miles de interrogantes. A ellos busca respuestas y no sólo no las recibe, sino que ni siquiera es oído. Sus mayores, aquellos pares bajo la influencia de un estadístico complejo de superioridad, ‘suplen’ las advertidas ausencias. ‘Acá están tus respuestas’, le dicen al muchacho, entregándole una caja que, en la escena siguiente, abre, en la soledad de su hogar. Acto seguido, el personaje quema accidentalmente su mano con un encendedor y una botella, torpemente volcada, se vacía sobre el piso. El muchacho, con la vista en alto y de rodillas, rompe en llanto.
Se cierra el telón.
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