martes, 28 de agosto de 2007
8:13 a. m.
Segundo acto:
En un costado, los padres, ancianos, lucen abandonados, apenas vivos, sentados sobre sus lápidas. El muchacho, ya un adolescente tardío, yace en su habitación, más precisamente en su cama; a su lado, una mujer desconocida por todos, incluso por ella misma. Adornan la escena unos cristales sobre el piso alfombrado y varias jeringas. Sobre una esquina del cuarto, un niño y una niña, ambos de blanco, brillantes, pulcros, lucen entretenidos, jugando entre ellos. El adolescente pierde la conciencia al tiempo que una jeringa más cae sobre el piso, y un velo negro cubre a los pequeños, quienes comienzan a llorar desconsoladamente. La inocencia, previo a perderse, se esconde.
Un segundo muchacho, más maduro, alrededor de 25 años, golpea la puerta de la habitación. No hay respuesta; la fuerza. Despierta así a la ‘mujer’ y alega conocerla. Ella lo observa; él, la mira. Ésta ríe mientras un centenar de lágrimas le inundan los ojos. Su maquillaje se corre, la risa se torna diabólica, y las lágrimas son ahora del muchacho, quien comienza a arquearse poco a poco hasta arrodillarse. Apoya un crucifijo sobre el piso y en medio de una plegaria, la ‘mujer’ escupe la cruz. El muchacho se encoleriza y su voz se agrava. Vuelve a erguirse y comienza un pequeño monólogo. Su voz se eleva cada vez más, la ‘mujer’ comienza a tomarse su cabeza, tapando sus oídos.
Sobre el fondo de la escena, se divisa un marco infernal, sumido en llamas. El adolescente continúa durmiendo. El orador abandona el cuarto; su voz en off se oye a un volumen exagerado y los oídos de la ‘mujer’ empiezan a sangrar. Con su último impulso se condena, regala su libertad por evitar un pesar casi demencial. Indigna de perdón, su locura se ofrece a la insania, victoriosa ésta, al fin, en la guerra por su soberanía. Toma un vaso y hecha, temblorosa, casi una decena de píldoras dentro. Lo bebe. Comienza a marearse hasta la inconsciencia y cae sobre la cama.
El adolescente despierta y las que comienzan siendo caricias sobre el cuerpo casi inerte de la joven se transforman en un manoseo burdo. Las llamas se avivan. Comienza a desvestirla y luego él se despoja de sus ropas, mientras el telón comienza a cerrarse. Se oyen suspiros y gemidos del joven que menguan a los pocos minutos.
El silencio es sepulcral y se adueña de la sala. El telón vuelve a abrirse y encuentra a ambos, desnudos, frente a una cuna que se mece incesantemente al son del péndulo del reloj en la pared. Sus miradas, perdidas; sus manos, gélidas como sus cuerpos, intentan detener el artilugio, sin éxito. Vuelve a cerrarse el telón al son de una risa maquiavélica.
[...]
♥ He Dicho.-
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chuuuuuuuuuuuuuu!!
flash fatal!
mortal la obra de teatro.
i want to see it on stage right now!
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