jueves, 11 de octubre de 2007
4:21 p. m.
La mujer avanzaba lentamente en el subterráneo con sus tobillos vendados, reteniendo la sangre y la hinchazón de sus piernas que junto a su bastón sostenían el peso de una vida entera. Le contaba al mundo sus crudas verdades mientras mendigaba “Una pequeña moneda... por favor” pero nadie quería verla ni escucharla. Pasaba haciendo equilibrio con sus bolsas plásticas, llenas de nada, que colgaban de su brazo izquierdo, una al lado de la otra, esperando que se llenasen de vida y de promesas. ¿Adónde iba la mendiga? La mendiga estaba perdida, no tenía hogar ni familia... Constitución era su techo, y su alimento... la poesía. Todos repudiaban a la pobre mendiga. Sus miradas de asco como invisibles dagas se clavaban en su encorvada espalda. Pretender ignorarla era imposible cuando su imponente presencia arrasaba hasta con los ojos más impresionables, los que se daban la vuelta porque no soportaban la imagen pero que volvían a mirar como si quedase algo por ver... “Si todavía puedo caminar... no estoy muerta, si aun arrastrándome puedo continuar... todavía no estoy muerta! Y ustedes me verán, paso a paso con mi bastón de testigo, como derramando la sangre de mis tobillos anden por anden... camino y camino! La vida me empujó aquí, no la muerte... y aunque sepa que he de agonizar, es vida la que corre por mis venas... y si ustedes, hermanos míos... si ustedes no quieren darle a esta pobre mendiga una pequeña moneda son ustedes los que están muertos... los declaro carne de gusanos!
Luego de estas palabras la mendiga cae el suelo. Su bastón astillado rueda hasta que se topa con los brillantes zapatos de un hombre de traje y maletín. Pero él, mira hacia un costado. Nadie ayuda a la mendiga a levantarse del suelo, todos continúan su viaje en la línea B del subterráneo como si nada hubiese pasado... y ella... ella gemía sujetando sus bolsas para que no se les escapasen, pero nadie la escuchaba. Los segundos pasaban, los minutos, las estaciones... y la mendiga... ya no.
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♥ He Dicho.-
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Si el señor de zapatos lustrados no hubiera gastado su dinero en que brillen tanto, podrìa haberla ayudado, no? jaja como en el video de Sara. Tanta plata derrochada! por el mundo...
Beso
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Beso