martes, 25 de diciembre de 2007
5:01 p. m.
Al pasar cerca de la vereda aquella mi alma volteó inevitablemente.Se acordó del sueño que tuvo y que el viento de otoño le robó. Solo recuerda:Una paseo nocturno iluminado por una luna hermosa, un camino alfombrado por los árboles otoños, una cascada cabellera que cae sobre uno de sus desprevenidos ojos luceros, y su dulce, dulce compañía.
Interrumpió mi razón y dijo. No puede ser, ella no es lo que siempre anhelaste, además, en tu memoria su rostro está incompleto, solo la percibiste un par de veces, ¿como puedes estar tan seguro?Mi alma dijo entonces con tristeza: si, el resto de su expresión se me confunde con otras caras hermosas conocidas.
¿Que te pasa entonces? Preguntó mi razón ¿No será que te desesperas por realizar aquello que nunca te ha pasado?; quizá te está esperando algo mejor, no te impacientes. Mi alma aseguró: realmente me conmoví al tocar su mano, y al percibir su cuello cuando me aceraba para susurrarle algo al oído.El viento del otoño me la robó, decía mi alma llorando desconsolada, el viento se la llevó. Mi razón inquirió: ¿y si solo es un sueño tuyo y no de ella? Tú que sabes, replicó mi alma, suspiró de nostalgia y no dijo más.
El diálogo era tan intenso que tuve que detener mi camino. De todos modos, pensé: yo soy para aquel encanto de ojos imanes solo un granito entre la gran cantidad de arena de sus tiempos.
Pero mi alma sigue recordando ese aroma de aquellos destellos de la memoria, que dan forma a un diamante sueño de una noche de otoño: Un paseo nocturno iluminado por una luna hermosa, un camino alfombrado por los árboles otoños, una cascada cabellera que pasa sobre uno de sus desprevenidos luceros ojos y su dulce, dulce compañía.
LA ULTIMA HERIDA
Busco una respuesta en la última herida,
la que queda enterrada bajo el escombro del olvido.
En un ínfimo cruce de miradas, donde las cenizas juegan a arder de nuevo, busco cicatrizar el rezago de amor.
O, por el contrario, busco reabrirla plenamente, para re-latir el sentimiento implacable,
para amarrarme a las voces de la ansiedad,
desbordar la cordura y volver a tragar la misma amargura que seducía agónicamente mi cariño.
Volver a sentir en la carne
El deseo sexual insaciable,
los celos encendidos día y noche;
y volver a llorar la lágrima periódica.
Pero todo eso se deshace al chocar las palmas al abrir los ojos o al lavarse la cara.
La última herida es la que más duele porque no denota el comienzo
sino que alberga el final.
La última herida es un eco que se quedó hablando solo,
en un tiempo apartado, guardado discretamente en el bolsillo de la nostalgia.
♥ He Dicho.-